El Árbol de la Vida – El Crann bethadh
No
cabe duda de que los árboles tienen una gran importancia en la cultura celta.
La vida de los hombres está íntimamente relacionada con los bosques. Éstos les
proporcionan protección, cobijo, la leña que alimenta las hogueras y en ellos
se abastecen de caza y frutos necesarios para su alimentación. Algunos árboles
como el roble, son elementos sagrados a los que los celtas guardaban un
profundo respeto. Los druidas utilizaban los bosques como aulas donde impartían
sus enseñanzas y conocían profundamente los secretos de las plantas, de las
cuales extraían los ingredientes principales de sus remedios medicinales y sus
pócimas. Por lo tanto, dentro del estudio de los símbolos, es acertado empezar
hablando de los árboles, esencia de la vida.
El
árbol establece la comunicación entre los tres niveles del cosmos: el
subterráneo, por sus raíces; la superficie de la tierra, por el tronco; y el
cielo, por la copa y sus ramas. Es por tanto el eje del mundo que establece la
relación entre la tierra y el cielo. El árbol de la vida surge de un
recipiente, una vasija que simboliza a la madre tierra, de la que nace toda la
vida.
El árbol era el eje del mundo
Debido a que
las raíces del árbol se sumergían en el suelo mientras sus ramas se elevaban al
cielo, el druida lo consideraba el símbolo de la relación tierra-cielo.
Poseía
en este sentido un carácter central, hasta tal punto de que suponía la esencia
del mundo.
Son
muchas las civilizaciones antiguas que han establecido su árbol central, ése
que era tenido como el eje del mundo: el roble de los celtas; el tilo de los
alemanes; el fresno de los escandinavos; el olivo de los árabes; el banano de
los hindúes; el abedul de los siberianos, etc.
Tanto
en la China como en la India el árbol que es considerado el eje del mundo se
halla acompañado de pájaros, lo mismo sucedía con los celtas, ya que éstos
reposan en sus ramas.
Lo
considerábamos estados superiores del ser, que se hallaban vinculados, al
mismo, con el tronco del árbol.
Los
pájaros eran doce, lo que recordaba el simbolismo zodiacal y el de los Aditya,
que constituyen la docena de soles.
La
misma cantidad suman los frutos del árbol de la vida, los cuales son signos de
la renovación cíclica que se produce en todo lo vivo que hay sobre la Tierra.
el árbol cósmico
El
árbol cósmico para los druidas era el central: su savia suponía el rocío
celestial y sus frutos proporcionaban la inmortalidad (el retorno del ser o un
estado paradisíaco).
Así
ocurría con los frutos del árbol de la Vida que se encontraba en el Edén, las
manzanas de oro del Jardín de Hespérides y los melocotones de la si-wang, la
savia del Haoma iraní.
El
hiomaragi japonés también es valorado como un árbol cósmico, igual que el
Boddhi, bajo el cual Buda alcanzó la plena iluminación, por lo que desde
entonces representa al mismo Buda en la iconografía primitiva.
El
simbolismo chino conoce el árbol de la fusión: une el Ying con el Yang
(cruzamiento de las flores masculinas y las femeninas del árbol).
Asimismo,
las dos categorías de árboles: los de hojas caducas y los de hojas perennes
están afectados por signos opuestos: uno simboliza el cielo de las muertes y
renacimientos; y el otro representa la inmortalidad de la vida, es decir, dos
manifestaciones diferentes de una misma identidad.
En
Bolivia y Haití, el árbol no sólo es de este mundo, se yergue en el más próximo
y sube al más lejano. Va de los infiernos a los cielos, como un camino de viva
comunicación.
ARBOL DE LA VIDA MONTADO SOBRE DIFERENTES PIEDRAS, | AGATA CARNEOLA Y AGATA BOSTWANA |
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